– ¿Qué te pasa?
– ¡No lo sé!
– ¿Qué sentís?
– Me siento mal y es diferente de lo que sentía.
¿Te duele?
– Muy poco, ahora.
– No es eso. ¿tenés miedo?
– En
un momento pensé que sí. Todos mis seres queridos sugerían que eso era
lo que me pasaba; creo que era lo que ellos sentían. No, no es miedo.
Mirá, nunca lo sentí antes.
– Tratá
de aumentar tu darte cuenta, de contactarte con tu sentir. Dejá hablar a
tu imaginación. ¡Ahora! -Recuerdo a Inés cuando perdió su embarazo…
Recuerdo a Cristina después de su separación… Recuerdo a Tito cuando lo
conocí…
– ¿Cuál es el punto común entre ellos, en esos momentos?
– Estaban deprimidos… -¿Y bien?
– ¡Eso es!: estoy deprimido. ¡DEPRIMIDO!
Es fantástico, recién ahora me doy cuenta de que nunca antes había estado deprimido, real, auténtica y totalmente deprimido.
– ¿Cómo es estar deprimido?
– Siento
que estoy en un larguísimo viaje, solo. En el camino hay piedras
inmensas y profundos abismos que me impiden el paso… yo estoy
absolutamente imposibilitado de actuar, no tengo fuerzas para levantar
las piedras ni para saltarlos precipicios… Hace siglos que recorro este
camino… Estoy muy cansado, me cuestiono si vale la pena seguir andando.
Quiero imaginarme el final del camino y lo único que consigo ver es un
sendero que se angosta hasta llegar a un cartel. El cartel dice:
ESTE ES EL FINAL
¡Eso es todo!
Me digo que no es posible… ¡Debe haber algo más! Miro el otro lado del cartel. Hay algo escrito.
REALMENTE ES EL FINAL
– ¿Qué final?
– El final, el gran final. -¿Es la muerte?
– Debe tener que ver con eso, pero no es el dejar de respirar, o de caminar o de latir; es peor. Es el dejar de sentir…
– Conéctate
con eso, no abandones esa sensación. -En el camino, yo. Me dejo estar,
de a ratos parado, en otros agachado, ahora rodando hacia abajo y cuanto
más ruedo más pequeño me hago… Dejo de rodar… Estoy boca abajo y siento
el peso de todo sobre mi espalda. Todo el mundo, todo el universo
apoyado sobre mí y yo sin fuerzas para levantar una pluma…
– No hagas fuerza…
– Me aplasta… me aplasta… me agujerea… me traspasa.
– Seguí…
-Tengo un gran agujero en mi pecho, se puede ver a través de él. Yo veo
cómo el hueco se agranda. Soy más liviano. Floto. Estoy sin estar.
– Déjate flotar.
– Me dejo. De todas maneras, nada podría hacer para evitarlo.
– No
se trata de que puedas o no evitarlo. Se tata de que respetes tu estado
personal, se trata de no oponerte a tu realidad de hoy. Se trata de no
interrumpir un proceso en curso. Se trata de dejar salir esta depresión,
que si está, lo mejor es que se manifieste y se agote, para poder
después pasar a tu siguiente momento.
– Sí…"
Jorge Bucay
"Cartas para Claudia"