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La Terapia Gestalt enseña, a través de la toma de conciencia, a deshacer los mecanismos interiores que nos empujan a conductas repetitivas e ineficaces para solucionar los problemas que se nos presentan. Es en la repetición de patrones inconscientes donde se encuentra el orígen de nuestras frustraciones; con la Terapia Gestalt nos hacemos más conscientes de lo que hacemos, de este modo, vamos desarrollando la habilidad para aceptarnos y para experimentar el "aquí y ahora" sin tanta interferencia de las respuestas fijadas del pasado. Con Terapia Gestalt podrás superar los conflictos y dificultades, mejorando la relaciones contigo mismo y con los otros y aumentando tu calidad de vida. La Psicoterapia Gestalt te ayuda a superar estados de Ansiedad, Depresión, Dependencia emocional, Baja Autoestima, Problemas de Pareja. Te permite conocerte mejor a ti mismo y encontrar nuevas herramientas con las que resolver las dificultades con tu familia, relaciones, pareja, amigos, trabajo, y todo lo que te está impidiendo disfrutar de tu vida, y así sentirte mas pleno, motivado y feliz.

jueves, 20 de enero de 2011

El regalo del perdón



Al perdonar nos desprendemos del dolor y es en ese desprendimiento del dolor donde podemos liberarnos y encontrar nuestra sanación. Pero esto es difícil de hacer. Si hemos sido heridos o maltratados perdemos nuestro sentido de la dignidad y autoestima. Por eso es importante reconstruir nuestra confianza en nosotros mismos. Ese dolor encerrado nos mantiene en un estado de separación, alienados de nosotros mismos y de los demás. Cuando se trabaja en psicoterapia con el dolor, la rabia y el odio reprimidos, se crea el espacio para que crezca el perdón.
Perdonar es eliminar las barreras que nos mantienen aislados los unos de los otros. Éstas son difíciles de quitar porque al mismo tiempo que nos aíslan nos aportan una identidad, nos dan una sensación de seguridad y protección. Decir “perdóname” o “te perdono” implica para el ego dejar espacio a la blandura y la humildad, y es algo que no nos gusta hacer (o nos da miedo, lo percibimos como una amenaza). Perdonar a otros por los insultos, reales o imaginados, es debilitar la barrera entre el yo mismo y el otro”.
Sin embargo, perdonar es sobre todo un regalo que nos hacemos a nosotros mismos. Al perdonar nos liberamos. El perdón es aprender a ser compasivo y generoso. Pero perdonar no es olvidar. No se puede ignorar y menospreciar la profundidad del sentimiento implicado, la necesidad de comprender lo que sucedió, y el verdadero impacto que tuvo en nuestras vidas. Olvidar no supone necesariamente resolver, a veces simplemente el dolor está enterrado y surge en cuanto tiene oportunidad, causando más problemas. Olvidar sin perdonar tiende a crear más negatividad. Como dicen Eddie y Debbie Shapiro, en su libro “La sanación”: “El perdón supone pleno reconocimiento de lo que ocurrió y del efecto que eso tuvo sobre todos los implicados. Es una aceptación del dolor que ha causado y, al mismo tiempo, un desprenderse de las acusaciones al autor del daño”.
Perdonarnos a nosotros mismos
En la niñez tendemos autoinculparnos del daño que otros nos hacen. En situaciones de maltrato y abuso, muchos niños creen que el problema es que hay algo malo en ellos. Es como si el niño pensara “Tal vez me lo merezco. Debo haber hecho algo malo para que esto me ocurra”. Estos pensamientos se mantienen al hacerse adultos, dificultando nuestra vida y manteniéndonos en un estado de confusión y desesperanza.
Si somos los causantes del daño, la culpabilidad tiende a quedarse con nosotros, a mantenernos sumidos en el temor a nosotros mismos, impidiéndonos ser libres. Es como si abrigáramos la creencia inconsciente de que al autotorturarnos con la culpa, "pagamos" el daño de alguna manera. Es una manera de autocastigarnos. Sin embargo, la culpa no hace otra cosa que crear más sufrimiento e impedirnos avanzar.
Un primer paso para desarrollar el perdón a nosotros mismos es tomar consciencia de que ya no somos los mismos que éramos cuando cometimos el acto por el que todavía nos sentimos culpables. Esto no significa que lo que hicimos sea permisible. Al ser capaces de entender la ignorancia y la confusión a partir de las cuales actuamos, podemos aceptar nuestros errores y liberarnos de ellos con compasión.
Desprendernos de la culpabilidad que llevamos dentro nos permite respirar profundamente y dejar que la vida siga su curso. Tal como señala John Bradshaw “hasta que no aprendamos a perdonar, no podremos dar por concluido el pasado, y hasta que no demos por concluido el pasado no podremos ser seres humanos adultos y completos en el presente”.
Pero insisto, para que la curación sea profunda es esencial aclarar cuáles son los verdaderos sentimientos y trabajar en ellos. Desde ese punto de partida sí es posible sanar las heridas del resentimiento y la culpa que nos llevan a la separación y el aislamiento,; perdonar, perdonarnos y llegar a experimentar crecimiento, amor y una paz real.

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