El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida (pérdida de un
empleo, pérdida de un ser querido, pérdida de una relación, etc.). Es decir, un
duelo no solo se produce ante la muerte de un ser querido. Como dice Fina Sanz (psicóloga, sexóloga y pedagoga,
creadora de la Terapia de Reencuentro) "los duelos son despedidas de algo que hemos perdido,
real o imaginario, externo o interno. Son despedidas difíciles y dolorosas, que
requieren atravesar un proceso con diferentes fases y hace falta
tiempo, espacio interno (y a veces un acompañamiento terapéutico) para
elaborarlo". Por elaboración del
duelo se entiende el transcurso del proceso desde que la pérdida se produce
hasta que se supera.
Ante la muerte simbólica del desamor en la pareja, Fina Sanz habla
de cuatro fases del duelo. La negación "no querer reconocer lo que está
ocurriendo", la ira "hacia la persona que quiere dejar la relación o
su entorno", la negociación "o el intento de llegar a un acuerdo para
que esa relación no se rompa", la depresión "cuando descubre que haga
lo que haga no puede impedir la ruptura " y por último la pseudo
aceptación "en donde parece que se acepta la situación". Sólo cuando
esta última fase "se convierte en una verdadera aceptación se considera
superado el duelo".
La médico y tanatóloga Elizabeth Kübler Ross describió cinco
etapas del duelo:
1) Negación y aislamiento: la negación es un mecanismo que nos permite amortiguar o
postergar un poco el dolor ante una noticia o hecho inesperado que nos impacta.
Esta primera barrera de defensa lleva a la persona a decir y sentir: “no puede
ser, debe de ser un error, no quiero que sea así”. La persona siente
incredulidad ante los hechos y se autoconvence de que ha habido una equivocación.
2) Ira: la negación es sustituida por la rabia, la envidia y el
resentimiento; surgen todos los por qué. Es el intento de rebelarse contra la
realidad, aparece un sentimiento de injusticia: se pregunta ¿por qué a mí, por
qué ahora? Se enfada con el mundo, con la vida, con Dios. Es una fase difícil
de afrontar para la persona y todos los que la rodean; esto se debe a que la
ira se desplaza en todas direcciones, muchas veces injustamente. La persona suele
quejarse por todo; todo le viene mal y es criticable. También hay mucha
autocrítica y enfado consigo misma; puede responder con dolor y lágrimas, culpa
o vergüenza. La familia y quienes lo rodean no deben tomar esta ira como algo
personal para no reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la
conducta hostil del doliente.
3) Pacto o negociación: la negociación es una nueva conducta defensiva que trata de
evitar lo inaceptable; un canje que pretende restitución a cambio de buena
conducta. La persona recurre al pensamiento mágico: se piensa en hacer un
trato con la vida, con Dios, con el diablo, con la pareja cuando hay una
separación. Estos pactos generalmente no se comunican sino que la persona los
vive en secreto.
4) Depresión: cuando la realidad se impone y los diferentes intentos de negación
o negociación se agotan, aparecen sentimientos de angustia e ideas circulares y
negativas. La persona se debilita, adelgaza, se ve invadida por una profunda
tristeza. Es como si “se rindiera” a su profundo dolor. Este es un estado, en
general, temporario y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que
es contraproducente intentar animar a la persona y sugerirle mirar las cosas
por el lado positivo. Los que le quieren desean que esté bien y le animan a
salir de su estado de tristeza y desesperanza lo antes posible pero esto genera en
la persona sentimientos de incomprensión y a la vez de autocrítica, porque
aunque desea estar “como antes” en este momento de su proceso le es imposible
hacerlo. Esta etapa se resuelve más rápidamente cuando la persona encuentra el
coraje y el entorno donde poder expresar la profundidad de su angustia y
recibir la contención que necesita frente sus temores y fantasías.
5) Aceptación: Llegar aquí requiere que la persona
haya tenido el acompañamiento y el tiempo necesarios para superar las fases
anteriores. La aceptación solamente aparece cuando
la persona ha podido elaborar su ansiedad y su ira, ha resuelto sus asuntos
incompletos y ha podido abandonar la postura autodiscapacitada ante la
depresión. Quien ha pasado por las etapas
anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos -su envidia por los que no
sufren este dolor, la ira, la rabia por la pérdida, la tristeza y la angustia- verá
llegar un nuevo día con más tranquilidad.
No hay que
confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está
casi desprovista de sentimientos, a esta etapa se llega casi siempre muy débil
y cansado. Esto se debe al esfuerzo de renunciar a una realidad que ya no es
posible. Por regla general, uno prefiere estar solo, preparándose para su
futuro, y hacer evaluación sobre el balance de su vida; una experiencia que
siempre es personal y privada. Luego comienza a sentirse una cierta paz, se
puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio
dolor... la vida se va imponiendo. Y también la esperanza.
Estas
etapas no necesariamente suceden en el orden descrito arriba, ni todas ellas son
experimentadas por todas las personas, aunque a menudo, atravesarán varias de estas etapas en un efecto «montaña
rusa», pasando entre dos o más etapas, y volviendo a hacerlo una o varias veces
antes de finalizar.
Las
personas que estén atravesando estas etapas no deben forzar el proceso. El
proceso de duelo es altamente personal y no debe ser acelerado, ni alargado.
Uno debe ser meramente consciente de
que las etapas van a ser dejadas atrás y que el estado final de aceptación va a
llegar.
Tlf.: 661304420
Psicóloga. Terapia Gestalt. Terapia de Pareja
C/Príncipe de Vergara, 264
Bibliografía:
Elizabeth Kübler Ross "On death and dying"
Fina Sanz "Los Vínculos amorosos"
Jorge Bucay "El camino de las Lágrimas"